Opinión

La gente quiere ser exitosa, pero no quiere esforzarse para lograr sus metas, está buscando el éxito emulando lo fácil. El facilismo es una enfermedad emanada desde los ambientes tóxicos de la sociedad y es el producto de la carencia de visión de las personas. ¿Por qué decimos eso? Lo decimos motivados por las observaciones que desarrollamos, estudiando respuestas a preguntas que hacemos a personas con las que nos relacionamos en el oficio docente y en el ejercicio administrativo de nuestra gestión como autoridad universitaria. Es sumamente importante reflexionar acerca de lo que deseamos lograr en el transcurso de la vida, porque si no sabemos lo que deseamos ser, carecemos de visión y por lo tanto, no sabremos en dónde nos encontramos en cada instante que vivimos en el transcurso de las vivencias cotidianas.

La sociedad se encuentra afectada del síndrome de lo mínimo, es decir, de un grupo de fenómenos que vuelve al individuo pesimista en lo particular y arrincona al colectivo en un desgano que aletarga, perjudicando de ese modo al propio dinamismo social frente a la perspectiva del desarrollo humano.

Como los padres se esforzaron el mínimo para criar al hijo, entonces el hijo hace lo mínimo por sí mismo y sobre ese derrotero, al observar que la comunidad hace lo mínimo para progresar se acomoda en lo mínimo tal y como hacen los demás que les antecedieron. Como el gobierno hace y exige lo mismo, la gente hizo costumbre, dando paso a la cultura de lo mínimo y en lo particular percibo, que es por eso que los estudiantes dan el minino en sus jornadas escolares, estudiando el mínimo fuera de las aulas y un terminan los ciclos y los niveles con asignaturas aprendidas en lo minino, y un cómplice profesor les coloca las notas máximas como garantía de que con “ese colchón” superen en el mínimo las pruebas nacionales.

Y es así, como llegamos al país de los mínimos, como producto del esfuerzo mínimo de los ciudadanos. Y haciendo que la producción industrial contenga mínimas cualidades exportables, con mercancías producidas para el consumo interno, porque la gente de aquí exige el mínimo de calidad para lo que consume, jamás seremos exportadores exitosos, desde el punto de vista del beneficio social.

Los comerciantes quieren vender al máximo, pero con el mínimo de empleados. Los inversionistas buscan grandes ganancias, pero con la mínima inversión. Los bancos son de excelencia por su magnificas ganancias, pero la pobreza del pequeño productor agrícola, del pequeño empresario, del emprendedor que se arriesga, se perciben en la mínima ganancia anual.

El salario se mantiene al mínimo y el comercio se expande lo minino, porque quien compra no puede comprar a la medida de sus necesidades. Esta es una realidad que debemos cambiar, para poder mejorar las perspectivas de progreso de la sociedad en la que nos ha tocado nacer, crecer y desarrollarnos.

Tenemos que crear la necesidad de cambios reales sobre nuestras actitudes ciudadanas, porque las futuras generaciones merecen tener oportunidades reales, escenarios objetivos, una sociedad distinta y de mentalidad positiva, para que la gente pueda lograr desde ella, metas superiores.

No podemos seguir graduando profesionales con el mínimo de competencias ni mucho menos que puedan conformarse con lo mínimo para el desarrollo de sus potencialidades dentro de la sociedad, porque esta última exija la superación de lo minino. La nación necesita que los egresados de los distintos niveles del sistema educativo usen sus competencias al máximo, que pongan en evidencia sus destrezas a través de las innovaciones en sentido general y coloquen sus habilidades al servicio de la mejora del trabajo y que anhelen el progreso legítimo de su entorno.

Ojalá que llegue pronto el escenario en que la gente de este país deje de conformarse con lo mínimo, porque la calidad del futuro de todos depende de ese cambio.

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