Hablan los hechos

Se ha tornado habitual durante la última década, que al momento de evaluar las principales problemáticas sociales que afectan a las democracias modernas, emerja entre ellas el espinoso tema de la desigualdad social. Como es de saber, este fenómeno puede manifestarse de diferentes maneras, englobando dentro de sí otras variables como la desigualdad racial y de género, a las que también se une la muy comentada desigualdad económica.

Podría decirse que entre los seres humanos ha existo cierto grado de desigualdad durante gran parte de su historia, evidenciándose desde que comenzaron a organizarse en tribus primitivas que establecían jerarquías, para luego reafirmarse cuando hace unos 11,500 años el hombre hizo la transición de la recolecta y la caza, a la agricultura. Es en este punto donde según Jean Jacques Rousseau, el hombre pasó de su “estado natural” al estado social, comenzando a establecer diferencias entre iguales.

Volviendo a la historia contemporánea, desde la Revolución Francesa se han venido estableciendo ciertas garantías ciudadanas, a los fines de ir cerrando ciertas brechas de desigualdad social que hasta el siglo XVIII eran común en gran parte del mundo occidental, estableciéndose en cambio derechos fundamentales como la vida, la justicia, y la libertad (esta última dio paso a la abolición de la esclavitud). Sin embargo, sería a partir de los siglos XIX y XX, que con la maduración del capitalismo se pondría en evidencia una creciente brecha de la desigualdad en términos de distribución de las riquezas, debido a la asimetría de renta percibida entre propietarios de empresa y empleados.

Esa acumulación originaria de capital por parte de una elite empresarial y denunciada por Marx, trajo consigo una creciente tensión entre las clases sociales emergentes (alta, media y baja) que se fueron configurando en torno a esta nueva realidad socioeconómica. La falta de regulaciones eficaces al sistema capitalista generó sendos debates durante el pasado siglo, que en cierta forma pudieron surtir efecto solo después de que se produjera el estallido de la crisis económica mundial del 1929, y se comenzara a discutir sobre la necesidad de establecer un “estado de bienestar”, que permitiera redistribuir las riquezas a través de servicios básicos provistos por el Estado como producto de la recaudación impositiva. No obstante, lo que se pensó era un tema pasado, que fue progresivamente trabajándose en naciones desarrolladas como Estados Unidos, donde las luchas por los derechos civiles fue cerrando de manera sostenida la brecha social, al tiempo que el gobierno establecía formidables regulaciones sobre los sectores industriales y bancarios, que tendría un gran revés a partir de los 80´s. Sucede que para esta época, comienzan a revertirse las reglas de juego bajo los liderazgos de Ronald Reagan (EE.UU) y Margaret Thatcher (Reino Unido), dando paso a la desregulación de los mercados, que trajeron consigo una creciente desigualdad económica en el naciente neoliberalismo y la consiguiente financiarización de la economía.

A las problemáticas anteriores se unirían en lo adelante otras vertientes, que han jugado un papel protagónico en la desigualdad social de nuestros tiempos, como son la falta de oportunidades, la aplicación de impuestos justos y proporcionales según niveles de renta, la evasión fiscal de parte de grandes corporaciones, la corrupción administrativa y deficiencia de servicios básicos. Sin embargo hay un aspecto aún más preocupante, que nos anticipa una posible agudización de la desigualdad dentro de las naciones desarrolladas y en vía de desarrollo, que es la demanda de empleados con altos niveles de especialización y la llegada de la 4ta. Revolución.

Esto explica el que a medida que la automatización se va haciendo una realida en los procesos industriales, los niveles de desempleo vayan en aumento, quedando el grueso de las ganancias en unos pocos afortunados. Por si fuera poco, hay estudios que auguran que con el advenimiento de las nuevas tecnologías, en especial en la biotecnología, dentro de unas décadas los más acaudalados puedan costear mejoras genéticas que le doten de habilidades por encima de la media y gozar de mayor salud, inteligencia y expectativa de vida.

Ahora bien, dejando a un lado esa reseña Darwiniana que rinde tributo a la polémica teoría de la “selección natural”, se puede advertir que fue el estallido de la última gran crisis económica global en el 2008 lo que volvió a poner en agenda el tema de las desigualdades como un fenómeno que causa indignación social. Fueron los altos niveles de acceso a la información, que han permitido a la sociedad palpar durante la última década las brechas existentes entre una clase dominante privilegiada y un grueso de la población cada vez más precario.

Como ya hemos abordado en trabajos previos, fruto de la evidente carencia de regulaciones y la falta de políticas públicas que permitiesen contrarrestar tales desigualdades, es que la democracia como modelo representativo ha sido fuertemente cuestionada. De ahí que economistas como Paul Krugman, Thomas Piketty y Joseph Stiglitz, denunciaran los excesos del sistema capitalista en la actualidad, dando a conocer de paso la existencia de un 1% de la población que poseen el 50% de la riqueza del planeta.

Esencialmente hay un selecto grupo encabezado por magnates como Jeff Bezos (Amazon), Bill Gates (Microsoft), Warren Buffet (inversiones mixtas), Carlos Slim (Telecom), Amancio Ortega (Grupo Inditex), Mark Zuckerberg (Facebook), cuyas fortunas sobrepasan la suma de los bienes acumulados de 3,600 millones de personas. Dichas cifras astronómicas se vierten al tiempo que se comienza a hacer conciencia del estancamiento de los salarios medios, una realidad que ha vivido entre nosotros durante las últimas dos décadas y que ha llevado a que los altos ejecutivos ganen en algunos países hasta 200 veces más que un empleado promedio.

A sabiendas de la necesidad de abordar la brecha salarial, así como conocer la realidad de la desigualdad en el mundo y por qué no, en nuestro país, estaremos retomando nuestro análisis en la siguiente entrega.

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