Opinión

Todo indica que las manipulaciones de producción petrolera de Estados Unidos han estado incidiendo en la volatilidad (variaciones) o, más aún, en el freno de la tendencia hacia el alza de los precios del crudo en los mercados internacionales. En efecto, la estrategia petrolera de Washington no sólo acentúa su autosuficiencia petrolera, sino que acentúa el papel de Washington dentro del diseño de la economía energética global.

Y es que el desarrollo de la extracción petrolera estadounidense a través del procedimiento de la fragmentación hidráulica de yacimientos con esquistos (shale oil) ha situado a EE.UU. en un lugar importante dentro de la producción energética mundial. Que hablen los números.

A raíz de las turbulencias financieras desatadas durante la crisis económica global conocida como la Gran Recesión (2008-2009) los yacimientos petroleros estadounidenses aportaban menos de 5 millones de barriles al día, cantidad insuficiente para satisfacer niveles racionales de la demanda interna del crudo, pero una década después (2018) las estadísticas energéticas de Washington registran una producción que supera ya los 11 millones de barriles al día.

Un documento reciente de la Administración de Información de Energía de Estados Unidos (AIE) revela que para el 2019 el país del billete verde proyecta producir alrededor de 12,06 millones de barriles gracias al incremento al crudo extraído de las rocas bituminosas, las cuales contienen mucho material orgánico que es sometido a un proceso de destilación.

El ritmo de producción petrolera mundial sigue en aumento, pues Rusia, Arabia Saudita y Estados Unidos lograron aportar a la oferta global unos 33 millones de barriles por día, constituyendo un nivel histórico al tercer trimestre del presente año. Ahora la extracción petrolera norteamericana no tiene nada que envidiar a la rusa y saudí, porque al cierre de 2018 ya se coloca en un lugar cimero de la pirámide productiva mundial.

Desde mediados de año se ha observado un relativo control de la tendencia hacia el alza en los precios del crudo, manteniéndose el tipo West Texas Intermediate (WTI), de referencia en Estados Unidos, entre los 65-75 dólares el barril.

El mes de noviembre inició acentuando una tendencia hacia la baja en el precio del crudo debido a la conjugación de factores que van desde la relación oferta-demanda, pasando por los vaivenes del precio del dólar (en cuando divisas por excelencia de las transacciones comerciales mundiales) y retomando la incidencia de la geopolítica.

El petróleo se ha visto atrapado en la caída del mercado financiero global mundial arrastrado por las acciones presionadas por la guerra comercial entre Estados Unidos y China, las dos economías más grandes del mundo. A lo expuesto en el párrafo anterior se agrega el impacto de factores geopolíticos como serían, por ejemplo, el reciente restablecimiento de las sanciones económicas a Irán dispuestas por Estados Unidos, así como las controversias entre Moscú-Washington por una posible denuncia de los acuerdos de control de armas nucleares.

Porque no hay que descartar la incidencia de hilos invisibles que se estarían moviendo tras las bambalinas de la política exterior diseñada por actores importantes del escenario internacional con el propósito de restringir la captación de divisas a países exportadores del crudo que expresan controversias dentro de los foros multilaterales a poderosos intereses económicos transnacionales.

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