Opinión

El año 2020 pasará a la historia marcado por la incidencia de acontecimientos como los conflictos comerciales entre Arabia Saudita y Rusia; el enfrentamiento político-económico entre Washington y Pekín que se manifiesta a través del comercio exterior y el impacto de la enfermedad Covid-19 en el desempeño de la economía mundial.

La enfermedad del Covid-19 abrió la puerta de una de las crisis económicas que más ha estado afectando a la Humanidad. El mundo ha visto cómo la economía petrolera luce desestabilizada en medio de una disminución en los volúmenes de intercambios de bienes y servicios a escala planetaria.

Se agrega el perjuicio de la demanda de mercaderías, evidenciando el advenimiento de una crisis económica global que hace recordar los datos devastadores tanto de la Gran Depresión (1929-1930) como de la Gran Recesión (2008-2009), sin que esto signifique la invocación de un lenguaje apocalíptico.

La producción, comercialización y consumo del petróleo en la historia de la humanidad ha estado asociado a los avances tecnológicos y a los correspondientes procesos de transformaciones industriales que demandan el uso de esta fuente energética como insumo necesario para el desarrollo de la economía mundial.

Así, se reconoce que con el invento de los motores de combustión interna surgido cuando las condiciones tecnológicas estaban dadas para la fabricación de vehículos de motor y también el uso del kerosene para la iluminación de las ciudades desde las últimas dos décadas del siglo XIX y el desarrollo de la industria automotriz, naval y de armamento hasta mediados de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) cuando se organizó orden económico internacional de postguerra.

Cuatro décadas de aplicaciones tecnológicas militares al terreno de la economía civil condujeron a modificaciones en el régimen de vida de millones de ciudadanos. El crecimiento económico alcanzó un nivel sostenido de avance productivo, comercial y financiero en Europa Occidental y Estados Unidos.

En Estados Unidos -que emergió como la potencia económica indiscutible tras el silencio de las armas al finalizar el conflicto bélico mundial- se registró el período bautizado como la “edad de oro del capitalismo” o la era de “los años dorados de la economía mundial” que arrancó desde el 1946 y se prolongó hasta el 1971.

Pero en 1971 cuando el entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, dispuso “provisionalmente” la no convertibilidad del dólar en oro se produjo la ruptura de las reglas del juego monetario-financiero aprobadas en la histórica Conferencia de Bretton Woods celebrada en 1944.

Cuando el fin del conflicto militar global era inminente (viéndose la economía mundial en medio de una incertidumbre que impactó críticamente en su desempeño) y la evidencia ruptura del sistema financiero y monetario ligado al oro, la economía global aceleró su crecimiento, pero también lo hicieron los desajustes monetarios que coincidieron con graves crisis bancarias.

Originalmente se produjeron conflictos entre importantes países productores y exportadores del crudo (caso de Rusia y Arabia Saudita) unido a la incidencia geopolítica de las sanciones económicas unilaterales de Estados Unidos a Irán. A ese cóctel factores adversos hemos de recordar el impacto económico de la enfermedad del Covid-19 y su repercusión dentro de las actividades productivas, comerciales y financieras.

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