Ha muerto doña Carmen Quidiello de Bosch. Dicho así, de manera escueta y a quema ropa, parecería asunto de una cifra para las estadísticas de los fallecimientos del día; para otros, en cambio, podría tratarse de la ruptura de uno de los vínculos que atan a un grande de América, el profesor Juan Bosch, a nuestra cotidianidad material.
Sin embargo, no se trata de nada de eso. Doña Carmen es mucho más que una cifra, y su prestigio, el buen nombre que se ganó en nuestro país, lo obtuvo por méritos propios. En ella tiene justificación la expresión tantas veces citada consistente en que junto a todo gran hombre hay siempre una gran mujer. Y no puede ser de otro modo, pues la felicidad empieza en el momento en que sentimos que nos hallamos entre iguales.
Doña Carmen Quidiello de Bosch fue una mujer extraordinaria, dotada de una sensibilidad especial y de un instinto y un olfato políticos fuera de serie. Esa sensibilidad motivaba que el temblor de una hoja ocasionado por el rocío de la madrugada la decidiera a escribir un poema intimista de esos que se leen en voz baja para no estropear la magia de la mañana; también motivaba esa sensibilidad que ante un abuso su pluma se convirtiera en un látigo con el que descargaba certeros golpes cubiertos de metáforas precisas.
Además de la poesía doña Carmen cultivó el teatro y ejerció el periodismo. Mantuvo una columna en la revista «Ahora» y otra en el vespertino «El Nacional» durante diez años (1979-1989), titulada ‘Suma para la convivencia’, en la que escribía sobre aspectos de la vida cotidiana. En esa época escribía con el seudónimo Renata Domínguez, que significa ‘renacida (Renata) en Santo Domingo (Domínguez). Debe recordarse que ella nació en Cuba el 29 de abril de 1915.
Como escritora era perfeccionista hasta la desesperación. Para ella ninguna de sus obras, incluyendo las publicadas, estaba terminada. Si corregía las pruebas para una reedición, guiada por ese duende que llevan dentro todos los escritores de raza, le cambiaba con acierto estremecedor una palabra, un giro, un signo de puntuación. Consideraba que sus obras no eran perfectas, sino perfectibles.
En el desarrollo de su olfato político contribuyeron dos situaciones. Primero, su vida junto a un político profesional, el profesor Juan Bosch; segundo, el vivir en su país, Cuba, momentos en que esta nación era una caldera política en ebullición permanente. El propio Bosch dice en uno de sus libros que en los años 40 en Cuba un limpiabota analizaba con mucha profundidad no sólo la situación política cubana sino cualquier episodio de política internacional. En ese ambiente, junto a un político profesional, se desarrolló doña Carmen.
Como demostración de ese instinto político compartiremos dos experiencias. En ocasión de que su esposo corría riesgo de caer preso en Cuba, doña Carmen le dijo que se ocultara en una casa situada próximo al Palacio. Ella consideraba que los agentes del régimen no pensarían que estaría tan cerca. La aprehensión de don Juan en aceptar la propuesta de doña Carmen estaba en que en la casa a la que lo estaba enviando vivía una exnovia de él. ¡Cuánto buen juicio y cuánta confianza!
El otro botón de nuestra es el siguiente. Cuando se produce la reacción de fuerza expresada en ‘que se vaya ya’, como respuesta al fraude electoral contra Bosch y el PLD de 1990, llegó un momento en que gran parte del Comité Político del Partido sabía que la consigna no pasaría de eso, de una consigna. Se había llegado a una situación en la que había que dar un paso. Todos lo sentían así, pero nadie acertaba a dar con ese paso. Y como dice un personaje de una de las obras de doña Carmen («El peregrino o la historia de la capa tornasolada») cuando todo está oscuro, como por instinto la mujer halla la solución (la cita no es textual). Efectivamente, doña Carmen sin ser parte del Comité Político presentó la solución: devolver al presidente Balaguer la condecoración que su gobierno le había entregado a don Juan. Esa era la válvula de escape que necesitaba la presión que atormentaba al líder político.
Como puede apreciarse, la mujer que ha muerto hoy es un ser extraordinario, de esos con cuya partida todos sentimos que se nos ha ido algo. Y es que de alguna manera ante esta muerte tan grande el país todo es doliente.