La correspondencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a través de su secretario general, António Guterres, solicitando al presidente Luis Abinader la cooperación de su Gobierno para detener la hambruna mundial, es un reconocimiento de que el país tiene alcances agropecuarios importantes.
Esos logros no se obtienen en 10 meses, sino que son el acumulado durante 8 años por el expresidente Danilo Medina.
A saber, haber llegado a un 87% de la autosuficiencia en enero del 2020, elevar las exportaciones a US$2,329.5 millones, incrementar las ganancias de fincas y sostener precios asequibles a los consumidores, son parte de lo exhibido y reconocido por la FAO al gobierno de Danilo Medina.
Nosotros llegamos a buenos niveles productivos con sacrificios y programas como las Visitas Sorpresas, bien valoradas por la FAO, gobiernos y mandatarios de diversos países y, sobre todo, por nuestros productores.
Ahora bien, ese es un piropo que el Presidente Abinader debe tomarlo solamente como un halago, pues lo que solicita la ONU, el país no está en condiciones de complacerlo.
Y es que Guterres concretiza su petición en que la República Dominicana aporte “fondos sustanciales al sistema humanitario a través de los planes de respuesta humanitaria, el Fondo Central para la Acción en Casos de Emergencias y los Fondos Mancomunados para Países Concretos”.
Pero ocurre que el gobierno insiste en una reforma fiscal (más impuestos) frente a la carencia de recursos, por lo que en vez de dar, necesitamos que nos otorguen recursos.
Y, segundo, el sector agropecuario nuestro está operando con un enorme déficit financiero, estimado en que apenas recibe un tercio de lo necesario.
Por eso tenemos millones de tareas de tierras baldías. No se ha orquestado un sistema moderno de investigación, extensión, capacitación y divulgación técnica.
Tampoco tenemos los niveles requerido de agroindustrializacion, ni la política de equilibrar los volúmenes equilibrados de producción en el mercado, para garantizar precios adecuados a los consumidores.
Entonces, mal pudiera el país colaborar con el mundo, cuando aún no dedica los recursos necesarios en el plano local.
Y sobre todo, que durante 30 años, y aún se mantiene, la RD está prácticamente fuera del tablero de préstamos y donaciones agropecuarios de los organismos internaciones. Los fondos que han llegado aquí, se pueden contar con los dedos de las manos.
Lo que indica que son ellos quienes están en deuda con nosotros, pero ahora quieren que les demos.
En el caso del hambre mundial, ese problema viene desde antes del COVID, y tiene sus raíces en causas provocadas o no resueltas por las mismas grandes naciones que conducen a la ONU, como la insuficiencia de recursos, la concentración de las mejores políticas para el primer mundo, las guerras y el cambio climático, entre otras.
Antes de la pandemia se observaba un porcentaje menor de pobres, porque la población en general siguió creciendo; empero, la verdad es que las personas con hambre en el mundo continuaron oscilando entre 785 y 947 millones, en 15 años. (Ver el cuadro No.1 del libro La Nueva Agricultura).
Posteriormente, por el COVID-19 aumentó las personas más en situación de hambre en 270 millones, la que se adhirió a los 821 millones registrado en el 2019.
De manera que los dominicanos en lo que sí estamos compelidos es en asegurar nuestros propios alimentos y aprovechar las oportunidades del mercado internacional
Porque también en América Latina y el Caribe la agudización del COVID19 empujó a 47 millones de personas a la franja de hambriento, según la FAO, equivalente al 7.4% de los 620 millones de personas.
En consecuencia, mi humilde sugerencia al Presidente Abinader es que los recursos que puede disponer, los dedique al país, al sector agropecuario.
Si el aporte es “urgente”, que ofrezcan apoyo técnico, tenemos profesionales de muy elevada calidad.