Opinión

La sucesión de cambios operados en la sociedad dominicana durante las últimas
décadas nos lleva a la necesidad de redefinir el rol del Estado, y su relación con la
sociedad, reivindicando el papel de la administración pública como herramienta al
servicio del desarrollo económico y social de la Nación.

La construcción de un nuevo tipo de Estado y el desarrollo de un modelo de
administración pública más apto para instrumentar políticas públicas que nos
conduzcan verdaderamente a un desarrollo sostenible e inclusión social, y que, a la
vez, restaure la confianza de la sociedad en sus instituciones.

Un Estado para el siglo XXI, que además de garantizar la paz y estabilidad, debe
ser lo suficientemente fuerte como para asegurar los derechos fundamentales y la
ejecución de políticas públicas efectivas que impacten en la mejora de la calidad de
vida de los dominicanos.

Los funcionarios públicos deben expresar, con sus acciones, el pensamiento
solidario del Estado, procurando siempre que su trabajo sea útil para la sociedad,
haciendo que resurja el orgullo de ser servidores públicos.
Se precisa de reformas que nos conduzcan a la reconstrucción de un aparato
estatal eficiente y modernamente gestionado, que pueda dar respuesta a los
problemas que angustian a la sociedad dominicana. Reformas que, lamentablemente,
por falta de voluntad y liderazgo político, nunca son llevadas plenamente a cabo, o en
el mejor de los casos, son dejadas a medias.

Debemos apostar a un Estado como un instrumento fundamental para el
desarrollo sostenible, orientado primordialmente hacia el área social, asegurando la
universalidad de los servicios de salud y educación, y hacia la creación de
instrumentos que ayuden a promover el desarrollo integral de las personas.

Para lograrlo el Estado debe eficientizar su gestión, mediante la formulación de
políticas públicas sólidas que impacten en la mejora de la calidad de vida de todos los
dominicanos, atrayendo a la comunidad, a las empresas o al sector público no estatal,
para compartir la responsabilidad en la ejecución de los servicios públicos,
principalmente los de salud y educación y de asistencia social.

Es preciso fortalecer las formas democráticas de relación entre el Estado y la
sociedad, aumentando el grado de participación y responsabilidad de parte de los
actores del sistema, capacitando a los ciudadanos para controlar las actividades
públicas, pudiendo hacerlas, simultáneamente, más eficientes y de mejor calidad.

De conformidad con la Carta Iberoamericana de Participación Ciudadana en la
Gestión Pública (CLAD, 2009) “la participación ciudadana en la gestión pública implica
un proceso de construcción social de las políticas públicas. Es un derecho, una

responsabilidad y un complemento de los mecanismos tradicionales de representación
política.”
Si bien el concepto ha sido definido de forma clara en esta Carta, la
participación ciudadana en la gestión pública aún no es una práctica extendida y
consolidada en nuestra región. Es un deber y un derecho el que la ciudadanía deba y
pueda participar en todas las etapas del ciclo de gestión de políticas públicas: Diseño y
Formulación, Planificación, Ejecución, Seguimiento y Evaluación.
Hay que dedicar los recursos necesarios para implantar la administración digital
plena y hacer efectivo el derecho de la ciudadanía a relacionarse con las diferentes
instituciones públicas por medios electrónicos cuando así lo decida.

Utilizar las redes sociales para la prestación de servicios públicos en ciertos
ámbitos, a través de la tecnología. Facilitar los trámites en línea a través de medios
que utiliza la ciudadanía en su día a día, tales como el teléfono, tarjetas bancarias,
entre otros.
Impulsar procesos de transformación cultural en las organizaciones públicas
basados en la ética y los valores públicos, incluyendo la formación de los futuros
cuadros profesionales en estos valores.

Políticas reales de gobierno abierto y lucha contra la corrupción administrativa,
combinadas con procesos participativos, deliberativos y evaluables en su rendición de
cuentas.
Convertir a las instituciones públicas en plenamente accesibles, de un modo
simple y ágil, en el contexto de una transformación tecnológica, organizativa y jurídica
que permita simplificar al máximo sus actuaciones y requerimientos.

Poner en marcha planes de desburocratización pública, reduciéndola al mínimo
imprescindible en la Administración, prestando atención especial a los programas de
simplificación administrativa.

En fin, dignificar el servicio público, dar ejemplo, y superar la barrera que sigue
distanciando aún a la ciudadanía de la Administración Pública.

últimas Noticias
Noticias Relacionadas