La fuerte sequía que afecta a una buena parte del Caribe, comienza a ocasionar graves estragos en la vecina Haití. La producción de alimentos, de por sí precaria, ha mermado en forma considerable. Y ya las autoridades de ese país y las Naciones Unidas han dado la voz de alarma ante una agudización de la crisis alimentaria en esa empobrecida nación.
Como acontece en situaciones de crisis como la señalada y en naciones fronterizas, uno de los efectos inmediatos de estos fenómenos es el incremento en el flujo migratorio. La gente busca desesperada agua, sombra y comida, para describirlo de la forma más llana posible.
La situación se torna un tanto más delicada, pues en medio de los efectos de la sequía, centenares de familias movilizadas tras el terremoto del 2010 permanecen apiñadas en barracones y casas de campaña, conformando un deprimente cuadro de dolorosa y desesperante miseria.
Ante esta situación, entendemos que las autoridades dominicanas deben tomar medidas adicionales en materia de control migratorio. Aún en medio de las presiones que pesan sobre nuestro país, a partir de la sentencia 168/13 del Tribunal Constitucional, es deber del gobierno redoblar la vigilancia por la frontera.
Para la República Dominicana la situación por la que atraviesa desde hace muchos años la población haitiana ha sido motivo de preocupación, por lo que encierra el drama humano de esos vecinos, pero al mismo tiempo por los problemas que provocan las migraciones en este lado de la isla por parte de pobladores haitianos que salen despavoridos huyéndole al hambre y la desolación.
No obstante el grave problema planteado por la sequía en Haití, nos queda la esperanza de que ante este nuevo drama, las autoridades de la vecina nación se enfoquen con seriedad en procurar rescatar a su nación de los embates de la tumba criminal de sus bosques, mediante políticas y programas de reforestación como el que solidariamente ha puesto a su disposición el gobierno dominicano.
La crisis alimentaria en Haití no es nueva, pero su recrudecimiento en tiempos de sequía tiene sus causas en la increíble vocación depredadora de esa población, al amparo de la irresponsabilidad de una clase dirigente que se hace de la vista gorda o participa del componente perverso de esa cultura que es el negocio de la madera y del carbón.
Seamos, como siempre, solidarios con Haití. Pero actuemos, como lo manda la razón, vigilantes de la preservación de nuestros recursos y garantes fieles del respeto a nuestro fuero territorial.