Una invitación de los responsables del Pabellón de la Convivencia en la XVII Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2014 para hablar sobre “las diferentes perspectivas de la violencia de género en la Novela Dominicana” me obligó a releer con ojo crítico varias decenas de obras publicadas en esa disciplina literaria descubriendo que el fenómeno está reflejado en la gran mayoría, lo que podría ser objeto de un estudio más riguroso, tanto por investigadores literarios como por profesionales de la conducta y la sociología.
Junto a los novelistas Emilia Pereyra, periodista; y Manuel Salvador Gautier, arquitecto, con la conducción de la colega Isabel López, nos encontramos ante un público de calidad en el que se destacaban figuras como la reconocida escritora y psicóloga dominicana residente en Estados Unidos Dinorah Coronado, compelidos a plantear en solo diez minutos nuestros hallazgos a todas luces sorprendentes.
Las palabras de Gautier, sin que lo hubiésemos acordado previamente, sirvieron de marco teórico a lo que debimos plantear. La violencia ha estado siempre con nosotros, y ella, la de género en particular. En tal sentido recordamos que el ser humano, como ente biopsicosocial y espiritual, en el marco de la complejidad de su condición, y sin distinción de género, regularmente violento.
Antes de que los teóricos marxistas difundieran en sus escenarios la concepción del arte como “reflejo de la realidad”, ya Don Miguel de Unamuno, en España, había definido la novela como “un espejo paseado a lo largo del camino”. De manera que, la novela dominicana, como la universal, no hace más que mostrar, con la gracia del arte literario, una verdad evidente.
Quedamos que ese tipo de violencia podría presentarse de diferentes maneras, entre las que se destacan, la física, la psicológica y la económica.
Un vistazo a la violencia de género en la novelística criolla
Desde nuestro clásico Enriquillo, publicado en la segunda mitad del siglo XIX por Manuel de Jesús Galván, vemos como el acoso del patrón Andrés Valenzuela a la india Mencía, mujer del cacique con el nombre de la novela, es el detonante de la primera rebelión libertaria de la raza aborigen en América Latina.
En las primeras décadas del siglo XX, la novela Rufinito, de Federico García Godoy, nos describe a ese hombre bárbaro, identificado con el autoritarismo predominante, que infravalora la condición de la mujer, viendo a su compañera como un objeto más entre sus aperos de labranza. El protagonista, como los personajes que después nos describiera Juan Bosch en La Mañosa, sobrevive de manera azarosa, entre la guerrilla y la politiquería, sin más horizonte que la lucha por el botín oficial con la victoria de su caudillo.
Over, de Ramón Marrero Aristy, publicada en plena dictadura de Trujillo, destaca en personajes como el policía rural Cleto, los prejuicios que justifican tratos despóticos contra la mujer, mientras en otro plano, el ex bodeguero Daniel Comprés, sufre amargamente el desdén de los parientes de su esposa, al verse lesionada por la inesperada pérdida del empleo su condición de proveedor.
En novelas más recientes, como Uña y Carne, de Marcio Veloz Maggiolo, la violencia de género es también violencia política, lo que se repite en Musiquito, de Enriquillo Sánchez y últimamente en ¿Dónde está Johnny Lupano?, del periodista y narrador Néstor Medrano.
Descubrimos también una violencia de género invertida, como la que refleja Estas oscuras sobras de todos los días, de Roberto Marcallé Abreu, donde aparece la figura del protector paternalista, pero mujeriego, procurándose aparentemente el “derecho a la pernada”, como en los tiempos de Fuente Ovejuna, muriendo víctima de varios balazos disparados por una de sus amantes.
Encontramos expresión de violencia de género en diversas direcciones en novelas como El Crimen verde, de Emilia Pereyra, en la que se relata como un extranjero residente en el país es descuartizado, en un drama de traición y lujuria, y en el que, esta vez es la mujer Belinda Torres la que juega el rol de vampiresa. Y qué decir de la novela histórica El grito del tambor, de la misma autora, donde el pirata Francis Drake y la negra Sadá protagonizan violentas escenas de amor, odio y lascivia.
Violencia de género y agresividad, conceptos que a veces se confunden, hay en la novela La Catedral de la libido, de Avelino Stanley, donde el personaje hemofílico Polón mata a cuchilladas a su amante en procura de satisfacer su parafilia.
En tanto que en El Carnaval de Sodoma, de Pedro Antonio Valdez, la mayoría de los personajes, con sus comportamientos estrafalarios y aniheróicos, ejercen violencia de género, que va desde la psicológica, hasta la física y económica.
Otra novela que refleja marcadamente la violencia de género es Con el diablo en el cuerpo, de Rafael Darío Durán, que narra la vida de la cantante cubana Victoria, La Lupe, y su relación sadomasoquista con el anti héroe Josua Stanley, un cocolo romanense que viajó a la Cuba pre revolucionaria con el objetivo de convertirse en mecanógrafo del periodista y escritor Ernest Hemigway, terminando en un cabaret habanero y posteriormente en Nueva York junto a la bolerista tras el triunfo de la Revolución.
Al final de mis diez minutos, para darle paso a la colega Pereyra y luego a la sección de preguntas y repuestas, que la violencia de género se refleja hasta en los títulos de muchas de las novelas dominicanas, y mencioné El violín de La Adúltera, de Andrés L. Mateo, solo equiparable con el del libro El marido psicópata, del psiquiatra José Miguel Gómez.
Conclusión
Felicitamos a los organizadores de la XVII Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2014 por tener la iniciativa de un conversatorio sobre Las Diferentes Perspectivas de la Violencia de Género en la Novela Dominicana, útil para trabajar el tema del autoconocimiento cultural, social y psicológico de los dominicanos.
También valoro las recomendaciones de los escritores Pereyra, Gautier, Coronado y la periodista López, quienes junto a otros presentes me recomendaron continuar la investigación sobre el misma tema, para la producción de un ensayo de largo aliento.