Opinión

En un mundo globalizado, no importa donde suceda un acontecimiento relevante, nos impacta como si hubiera acontecido en nuestro territorio. Las reglas de la globalización se han escrito para que la integración local, regional y global, nos conmine a prestar atención a las decisiones políticas, económicas y sociales de cada país.

El mes que apenas concluye ha estado marcado por acontecimientos importantes que han movido las fichas de la geopolítica mundial. Son hechos que, aislados, podrían no ser tan relevantes en el escenario internacional; sin embargo, al verlos en su conjunto, demuestran un cambio en las reglas no escritas de la globalización.

Iniciando por el hecho lamentable de la destrucción, a manos de insurgentes prosoviéticos, de un avión de la línea aérea Malaysia Airlines, en momentos en que sobrevolaba territorio de Ucrania. Es evidente que el posible involucramiento del gobierno de Rusia en este trágico suceso ha elevado las tensiones entre esta potencia y los Estados Unidos.

Otro hecho lamentable es el escalamiento del conflicto sino-palestino, que ha llevado a enfrentamientos entre el grupo palestino Hamas y el gobierno Israelí. Las escenas de bombardeos, intercambios militares y violencia, llaman a una solución humanitaria que evite el derramamiento de sangre innecesario. En igual circunstancia se mantiene el conflicto civil de Siria, donde desde hace 3 años se vive una incertidumbre humanitaria que mantiene enfrentados a Estados Unidos y a Rusia.

Pero por otro lado, la Alianza entre los Gobiernos de los países BRICS, que conforman Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica, plantea un nuevo escenario financiero global, donde este grupo de países, que concentran el 29% del PIB mundial y el 46% de la población, emerge como un nuevo jugador de poder en el tablero financiero global.

La misma señal mandan los países que han conformado la Alianza del Pacífico, compuesta por México, Colombia, Chile y Perú; países que concentran un PIB de 2 billones de dólares y un mercado común de 200 millones de personas. A la vez, constituyen el 50% del comercio exterior latinoamericano, una cifra importante que los posiciona como países influyentes en las decisiones de la región.

Es importante también, resaltar la gira que ha realizado el presidente del gobierno de China por todo Latinoamérica, donde concretó alianzas que le permitirán mantener su crecimiento económico y ampliar su influencia en esta región.

Además, vale la pena mencionar, también, la situación del gobierno de Argentina en cuanto a la deuda pública y la posibilidad de caer en ‘default’ ante sus acreedores.

Todas estas señales de un mundo globalizado, nos hacen reflexionar sobre las reglas que gobiernan la globalización como concepto.

Por un lado, los acontecimientos recientes demuestran un retorno al antagonismo entre Estados Unidos y Rusia, parecido a lo que sucedía en la Guerra Fría. No hay dudas de que el mundo no recibe ningún beneficio de volver a esa etapa de la historia mundial.

De otra parte, la integración de los mercados, la creación de reglas comunes y la globalización financiera, son acepciones que dejan de lado una dimensión importante del desarrollo de las sociedades: la inclusión social.

Lamentablemente, el siglo XX ha acentuado la desigualdad, en vez de reducirla. Esta es una realidad que afecta en gran medida a América Latina, por ser la región más desigual del mundo. Es por ello que, las medidas tomadas por los países BRICS y por la Alianza del Pacífico, deben concentrar sus esfuerzos en la disminución de la desigualdad y no en acentuar esta realidad.

Otra cuestión importante es la participación regional, a través de mecanismos de representación efectivos, en los organismos multilaterales, los cuales constituyen la espina dorsal del mundo globalizado. Hace muchos años que se discute la reforma al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, organismo al cual se acusa de no solucionar efectivamente los conflictos armados.

Lo que se discute es una reinvención del concepto de la globalización, reescribir sus reglas, partiendo de una mayor democracia entre los países que conforman la comunidad mundial; tomar la igualdad social como la razón del desarrollo económico y; promover la integración regional más allá de los aspectos económicos.

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