Como hemos visto en los artículos que anteceden en esta serie, el sistema presidencialista de mayoría relativa, junto a otros factores derivados de la concentración de poder del ejecutivo en América Latina, produjo durante años una gran inestabilidad política que hizo crisis en las democracias mas avanzadas de todo el continente como eran las de Chile y Uruguay.
El mapa político que presentaban nuestros países en los finales de la década de los años setenta, se conformaba sobre la existencia de múltiples gobiernos militares, fruto de la desestabilización que se planteaba en medio de la guerra fría y el enfrentamiento este-oeste, donde los Estados Unidos jugaban un papel fundamental con la aplicación de la Doctrina de la Seguridad Nacional, desde sus bases militares en Panamá y en el Fuerte Bennings del estado de Georgia.
Sin embargo, en los años ochenta se produce una fuerte tendencia desde el poder estadounidense para la vuelta al sistema democrático en nuestros países, y dentro de los análisis que se realizan, se identifica al sistema de elección de mayoría relativa como uno de los factores que influyen en la falta de estabilidad de los gobiernos electos por el voto popular en América Latina.
Cuando una persona es electa por el voto directo, se le entrega en poder por un periodo determinado y es el encargado de nombrar y cesar a los miembros del ejecutivo sin o mínima intervención del Congreso, además no puede ser destituido, excepto faltas graves comprobadas y juzgadas por el parlamento, estamos en presencia de un sistema presidencialista puro.
Este es el sistema que funciona en los Estados Unidos, sin embargo, ha requerido de la existencia de un modelo bipartidario, sin diferencias ideológicas evidentes y ausencia de fuerzas militares suficientemente organizadas que puedan conspirar contra la figura presidencial electa de manera democrática y puedan derrocarlo por medio de la violencia de las armas.
Este sistema, evidentemente no había funcionado en America Latina, donde existía un fraccionamiento partidario que había sido elección tras elección, el culpable, según muchos analistas, de la falta de legitimidad de presidentes electos en franca minoría.
Agregando nosotros el evidente atraso institucional, económico y educativo que ha caracterizado a nuestros países.
En el modelo parlamentario en cambio, existe un control mutuo entre la persona que ejerce el ejecutivo y los miembros del parlamento.
El parlamento en este caso es el soberano, y por lo tanto, los bloques parlamentarios dependen exclusivamente de las decisiones de los partidos que representan, es decir, para que el sistema funcione se requiere de partidos políticos organizados, funcionales y muy disciplinados.
Lo que se eligen, en su forma mas pura, son miembros de listas de partidos que en forma proporcional a la cantidad de votos obtenidos por su agrupación partidaria, pasan a formar un bloque dentro del congreso, y el presidente o jefe de estado o de gobierno, es electo, si su partido gana la mayoría o por la suma de agrupaciones que se unan para formar un gobierno.
En este sistema, existe casi una obligación de llegar a acuerdos después de las elecciones, ya que se necesita la aprobación del parlamento, casi siempre multipartidario, para la elección de un jefe de gobierno.
Ademas, el congreso tiene la facultad de, cuando lo considere de lugar, someter al ejecutivo a un voto de confianza, donde, si lo pierde por falta de mayoría, tiene que disolver el gobierno y llamar a nuevas elecciones.
También existe el contrapeso de que el jefe de gobierno, ante un desacuerdo insalvable con el parlamento o circunstancias especiales, puede disolver el congreso y llamar a nuevas elecciones, las cuales con probabilidad, tendrán como resultado una composición diferente y por lo tanto una situación política nueva.
Por definición entonces, el sistema parlamentario obliga al pacto de diferentes fuerzas políticas para formar gobierno, cuando ninguna de ellas logra la mayoría absoluta de votos y, por lo tanto de representantes al parlamento, para elegir el ejecutivo.
Una de las sociedades con mayor fragmentación de voto es la israelí, en Israel la Kneset, como se denomina al parlamento, está compuesto por 120 representantes en un sistema unicameral, donde se elige para un periodo de cuatro años en base a una lista que presentan las diferentes agrupaciones partidarias.
Para poner un ejemplo, en las ultimas elecciones realizadas en el 2013, un total de 12 partidos lograron representación en la Kneset, siendo la primera mayoría el Likud, que obtuvo 31 representantes, necesitando 61 votos mínimos para formar gobierno, este partido tuvo que realizar negociaciones con varios partidos minoritarios para que Benjamin Netanhyahud sea hoy día el primer ministro de Israel y si pierde la confianza de sus partidos aliados tendría que disolver el parlamento y convocar nuevas elecciones.
Es decir, en todo sistema parlamentario lo usual es que se realicen negociaciones después de las elecciones para lograr gobiernos estables de mayoría, lo que otorga legitimidad a quien encabece el ejecutivo, ya que en caso de perder esa mayoría, tendría que presentar su dimisión y dar paso a un nuevo jefe de estado.
En ciertas ocasiones, como sucedió en Alemania en las ultimas elecciones, aún cuando un partido, en este caso la CDU (democracia cristiana) de Angela Merkel tenía posibilidad de formar gobierno sin participación de la oposición, la Canciller alemana prefirió llegar a un gran acuerdo político con sus archi-rivales del SDP (socialdemócratas) en lo que llamó “La Gran Coalición”, para abrir espacios a estos en su gobierno y dar estabilidad a la legislatura que encabeza llegando a consensos sobre profundos cambios que considera necesarios para mantener al flote la economía alemana.
Al comenzar a salir los países del cono sur de nuestro continente de las dictaduras, se trató de buscar un modelo de elección presidencial que diera validación mayoritaria a quien resultara electo cabeza del ejecutivo.
Se asumió el de ballotage o doble vuelta, que fue implementado en el sistema electoral del Francia desde el siglo XIX, solo copiando el modelo de elección, ya que ese país tiene sus propias características en cuanto a que su presidente no tiene los poderes de su par en cualquier país de latino-américa.
A la atomización de nuestros sistemas políticos la respuesta que se buscó fue la de obligar a realizar las típicas coaliciones electorales que caracterizan a los parlamentos, en elecciones directas instaurando mayorías calificadas para obtener la cabeza del ejecutivo.
De los 19 sistemas presidenciales que existen en nuestro subcontinente, en 11 de ellos existe la segunda vuelta electoral para elegir al presidente de la república.
Esto ha sustituido al antiguo presidencialismo de minoría y obliga a una de dos soluciones: presidencialismo mayoritario o presidencialismo de coalición.
Cuando un partido por si mismo se siente en capacidad de ganar la presidencia con la mayoría calificada que impone el sistema electoral, entonces podría formarse un gobierno presidencial de mayoría, donde solo haya representación de una agrupación política.
Pero cuando le es imposible por si mismo, a un partido o grupo de partidos, lograr esa mayoría, tendrán que realizar alianzas, en la primera o segunda vuelta electoral, para poder ganar las elecciones.
A pesar de que existen muchas discusiones sobre la pertinencia o no de este sistema de elección y se hace hincapié en las diferencias entre el sistema electoral francés y los sistemas de elección en latino-america, sin dudas, este presidencialismo que obliga al pacto y la negociación, ha dado estabilidad al régimen presidencialista en América latina.
Después de las reformas constitucionales que se iniciaron en la década de los ochenta y que abarcan la mayoría de nuestros países, incluyendo la República Dominicana en 1994, solo se han producido tres intentos de golpes de estado: Venezuela, Honduras y Paraguay.
Hoy en dia son las coaliciones electorales las que gobiernan en la mayoría de nuestros países, lo que usualmente se acompaña de parlamentos de mayoría, igual a la que eligió al presidente y da estabilidad y espacios de consenso a los gobiernos.
Quizás las mas conocida de estas coaliciones lo fue la Concertación de Partidos por la Democracia, que unió a fuerzas políticas tan disimiles como la Democracia Cristiana y el Partido Socialista, para ganar el plebiscito al dictador Augusto Pinochet y las elecciones en 1990.
Hoy en día se ha convertido en Nueva Mayoría, que gobierna Chile encabezando la coalición presentada en las elecciones la Presidenta Michelle Bachelet.
En Uruguay gobierna el Frente Amplio, una coalición de fuerzas de izquierda; en Ecuador el Presidente Rafael Correa fue electo por Alianza País, una coalición de partidos y organizaciones de la sociedad civil; en Perú gobierna Ollanta Humalla quien encabezó una alianza de izquierda y grupos indígenas y así podríamos llegar hasta la República Dominicana, donde gobierna Danilo Medina, quien fue propuesto por una gran coalición de 14 partidos políticos, los que sumados lograron rebasar la meta del 50% mas un voto necesaria para ganar las elecciones.
El caso específico de la República Dominicana y cuales han sido los resultados de la aprobación de la reforma constitucional que obliga a un presidencialismo mayoritario o de coalición, lo trataremos en el articulo de la próxima semana.