Euclides Gutiérrez

Utilizamos la palabra inaceptable cuando un grupo de haitianos, que el autor de esta columna no conoce, intentaron celebrar el natalicio de Dessalines, en el recinto de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Inaceptable por el atrevimiento abusivo e irrespetuoso, de esos haitianos que no midieron las consecuencias de lo que su intención despertaba, en la conciencia real, mayoritariamente de nuestro pueblo.
Dessalines, no fue presidente de Haití nunca, porque aunque a él le toco el honor y la oportunidad de proclamar la independencia de la colonia Francesa de Santo Domingo, al mismo tiempo, si cabe la expresión, declaró que era un imperio en triste y ridícula imitación al imperio que presidia allá en Francia, Napoleón Bonaparte. Un año después, Dessalines invadió la parte Oriental de la isla y llevó a cabo el degüello de hombres, mujeres y niños en los pueblos del Cibao Central, que no se ha borrado jamás en la historia dominicana.
Inaceptable también ahora, la sentencia de esa llamada Corte Interamericana de los Derechos Humanos, dictada contra la soberanía, independencia y dignidad de la República, que fundaron el 27 de febrero del 1844, los Próceres revolucionarios, republicanos encabezados por Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez y Ramón Matías Mella. ¡Que se vayan al carajo!, esa pandilla de burócratas irresponsables, financiados por los gobiernos de los Estados Unidos de América, Canadá y Francia, quienes han puesto en ejecución el proyecto siniestro y cobarde de unificar al pueblo dominicano, con el conglomerado humano que habita en la parte occidental de la isla de Santo Domingo. Esa decisión viene, realmente, a poner la tapa al pomo a esta situación, que se viene arrastrando desde el momento mismo en que fue ajusticiado Rafael Trujillo Molina, el 30 de mayo de 1961.
Esa sentencia, dictada por la llamada Corte, ha generado, como era lógico esperar, el rechazo mayoritario de sectores representativos de la dignidad de nuestra patria, aún cuando se oyen voces desafinadas sin sentido jurídico y mucho menos histórico, de la realidad de lo que ha sucedido, que vienen a sumarse a los agentes subversivos que en permanente acción siguen socavando los cimientos firmes, sólidos e inamovibles, de la nación que nació en el escenario histórico de la isla, como hemos mencionados en múltiples ocasiones cuando los criollos españoles, blancos, mulatos y negros propinaron una derrota militar, la más grande en la historia de Inglaterra, a las expediciones encabezadas por los jefes militares Penn y Venables dirigidos por Oliver Cromwell en 1655.
Inaceptable también, porque los miembros irresponsables, frívolos e irrespetuosos que conforman la llamada corte que hemos señalado, como lacayos de los intereses imperialistas de los gobiernos estadounidense, canadiense y francés, que persiguen con su intención generar un acontecimiento sangriento, entre nuestro pueblo y el conglomerado humano que habita en la parte Occidental de la isla, que les permita provocar una intervención militar con el pretexto de imponer el orden y unificar bajo su grosera intervención a nuestro pueblo con los vecinos de Haití.