Opinión

En el marco de las labores del Observatorio de Políticas Sociales y Desarrollo, que promovemos desde el Gabinete de Políticas Sociales, se realizó un panel sobre Juventud y Mercado Laboral, con el apoyo del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), con el propósito de debatir sobre el fenómeno del desempleo juvenil en la República Dominicana, e identificar, desde la academia, posibles soluciones para romper el círculo de pobreza que genera el desempleo juvenil.

Este es un tema que ha tomado mayor importancia para los Gobiernos, a partir de la crisis económica y financiera internacional del 2008, que influyó decididamente en la percepción de la problemática, especialmente en el ámbito político. A partir de la crisis, el desempleo juvenil experimentó un alza constante, que llevó a la Organización Internacional del Trabajo a declarar en crisis el desempleo juvenil, por el aumento sin precedentes que evidenció en sus análisis.

Esta situación, como lo plantean las investigaciones realizadas por el Observatorio de Políticas Sociales y Desarrollo, tiene como efectos principales, el desaprovechamiento del bono demográfico y la mano de obra joven que puede impulsar el desarrollo del país, el aumento de la delincuencia y la violencia, la inseguridad alimentaria y la proliferación de actitudes y acciones alejadas de la moral.

Es preciso priorizar las medidas que los expertos y los organismos internacionales plantean sobre el tema.

Uno de ellos es la solución a la falta de experiencia de los jóvenes. Es un círculo absurdo causado por la inexistencia de incentivos que impulsen a la empresa privada a diseñar e implementar programas de pasantías laborales.

En noviembre pasado, en esta misma columna, abordamos el tema, adoptando la propuesta que realiza el Banco Interamericano de Desarrollo para la implementación de programas de aprendices, como un compromiso de los empleadores con el desarrollo de las habilidades que requieren los jóvenes.

Existe evidencia de que estos programas resultan en una disminución considerable del desempleo juvenil. Además, constituyen una respuesta a la necesidad que tiene el sector privado de obtener mano de obra calificada, generando mejores perspectivas en empleabilidad y salarios, a la vez que aportan más a la innovación de las empresas.

Por otro lado, se plantea el desfase que existe entre la formación para los jóvenes frente a las demandas del sector laboral. A pesar de que tenemos una juventud que se está educando y una economía en constante expansión, existen nudos que impiden absorber la mano de obra más calificada.

No puedo dejar de mencionar que, en el caso de las mujeres, el reto se duplica, puesto que hay una discriminación por el hecho de ser jóvenes, y a esto se suma la discriminación por género. La información disponible apunta a que la situación laboral de las mujeres jóvenes es dramática.

En el informe que elaboró el Banco Central, titulado “Transiciones en el mercado de trabajo de las mujeres y hombres jóvenes en la República Dominicana”, se revela que la mujer está afectada por una tasa de desempleo que es el doble de los hombres.

Hay tres hallazgos importantes de este estudio, que contó con el apoyo de la OIT, y que deben ser tomados en cuenta a la hora de diseñar una política pública para abordar el problema: los jóvenes entienden que hay pocos puestos de trabajo disponibles, lo que nos lleva a la necesidad de duplicar los esfuerzos de inclusión productiva. De igual manera, es imprescindible el diseño de políticas que generan empleos satisfactorios para los jóvenes, acordes con sus expectativas. Y finalmente, hay que invertir más en la educación y formación del capital humano que requiere el mercado productivo.

Estos hallazgos están en consonancia con las recomendaciones y las diversas acciones que sugieren los expertos, especialmente los participantes del Panel realizado en INTEC. El desempleo en los jóvenes es una preocupación que requiere respuestas urgentes desde las políticas públicas.

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