En medio del júbilo por el anuncio del eclipse, aparecen en la prensa escrita artículos relacionados al resultado de una medición que otorga un 63% de aprobación a la gestión de gobierno del PLD y el presidente Medina. En otra –no publicable- números similares otorgan un elevado porcentaje de aprobación al partido y a un candidato en específico, medible ése con cuatro de los que desean ser aspirados.
Es importante señalar lo valioso que resulta para la organización partidaria, en este caso el PLD, que sus números permanezcan dentro del ámbito de lo potable electoralmente hablando, aun con el hartazgo natural que podría causar el ejercicio del poder durante casi 16 años consecutivos.
Hablar sin pasión sobre cuál si o cuál no de forma pública no es estratégicamente prudente, si queremos mantener nuestro desempeño por el librito como nos indica el organismo regulador electoral, la Junta Central. Pero en un partido como el de la Liberación Dominicana es harto sabido que la competencia sería cerrada y la balanza se inclinaría de forma natural por el candidato que conocemos sin necesidad de promoción ni campaña electoral.
Descartado el presidente Medina de una próxima contienda por razones legales conocidas aunque a algunos no nos guste, debemos pensar en qué sería lo conveniente para mantener nuestra cuota de poder político intacta. Y yo digo sin temor a equivocarme, que además de la obra de gobierno que refleja un 63% de aprobación del pueblo hay que cumplir con los acuerdos partidarios ya consensuados, obligando con esto a una unidad inquebrantable.
Solo una división a lo interno hará que se produzca un aventón a lo externo. Seremos sacados del Palacio Nacional, y todo lo que se ha construido y logrado hasta ahora será mancillado cual mala palabra en el Olimpo de los dioses grecorromanos.
Hay que revisar la estrategia que mantenga a un PLD fuerte y vigoroso como en aquellos días; deponer actitudes, bajar la marcha de la arrogancia y agenciarnos un verdadero abrazo de paz. Sino, la crisis sobrevendrá y ya nada será como el pasado anterior. Y entonces, recordar a Bosch casi en el ocaso de su vida, fundando un partido diferente al conglomerado de gente en que se había convertido su PRD.