Editorial

En un foro previo a la apertura del 72 periodo de sesiones de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Presidente Danilo Medina hizo la precisión de que los huracanes que han azolado El Caribe no son casos aislados, significando que tienen que ver con el cambio climático que daña la economía, el turismo y la vida de nuestra gente.

Participaba en una reunión sobre el impacto del poderoso huracán Irma en la sede de la ONU en momento que avanzaba en aguas abiertas del Océano Atlántico el poderoso huracán María que literalmente destruyó Dominica, Martinica, Guadalupe y Puerto Rico e hizo estragos en República Dominicana sobre todo, para la zona noreste y aunque no penetró directamente, sus vientos y lluvias causaron daños afectando seriamente nuestro país de forma superior a los daños de Irma.

Fue en este escenario que Danilo Medina hizo el importante reclamo de crear un fondo de solidaridad para la prevención y reconstrucción de países caribeños dañados por huracanes, que posteriormente el canciller dominicano llevó al seno de la Asamblea General de la ONU solicitando a la comunidad internacional hacer frente a la vulnerabilidad de los países del Caribe ante la amenaza de fenómenos naturales y sus efectos devastadores, provocados por el cambio climático.

Si a las tantas propuestas y recomendaciones de los organismos internacionales y de los ecologistas se le hubiese hecho caso, quizás no estuviésemos sufriendo las consecuencias de estos fenómenos destructivos, que socavan las economías de los países menos desarrollados y traen luto, dolor y desconsuelo.

Es más que justo que se le preste atención al reclamo que ha hecho Republica Dominicana en la ONU y que los países ricos comiencen a resarcir los daños, que en gran medida generan en el planeta.

Es un hecho que la destrucción de bosques y zonas protegidas y otras prácticas nocivas se originan en los países pobres y en vía de desarrollo deteriorando el medio ambiente ; pero los grandes daños provienen de las economías desarrolladas, por lo que se impone en ellos una concreta colaboración.

Se sobreentienden las causas del cambio climático, que motivan los mortíferos fenómenos atmosférico y las frecuencias con que los mismos se generan, que imponen acciones concretas. Las causales se conocen, lo que se requiere son acciones específicas, que detengan sus daños.

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