Un «argumento» infalible reafirma a los consumidores dominicanos y a todos los que pongan atención a la propaganda del gobierno y el PRM de que ahora se come menos que hace cuatro años; se trata de los precios de los productos de la canasta familiar.
Contra esa realidad no hay propaganda que valga, independientemente del tamaño del presupuesto nacional que se dedica a publicidad.
Cuando los consumidores acuden a los establecimientos comerciales se encuentran con que todo lo que quieren comprar está más caro que la semana anterior.
Las etiquetas de los precios de los productos que se procuran en los supermercados o la mención del colmadero o empleado de puestos en los mercados agropecuarios son la realidad con que se estrellan la necesidad de los consumidores y la propaganda oficial que tan cara le está saliendo a nuestro pueblo.
El sistema agropecuario nacional ha sido estrangulado al permitir masivas importaciones de productos de producción local, y por la desatención al campo dominicano. Y es que el sector agropecuario ha sido convertido en la cenicienta en el gobierno de los allantes y anuncios rimbombantes.
El tamaño de esa desatención puede apreciarse en un hecho simple: al priorizar en el Plan de Gobierno diez metas de cara al 2028 y su mecanismo de monitoreo y seguimiento, en la reciente reunión del Consejo de Ministros, no se ha incluido el sector agropecuario.
Al finalizar la semana el comercio organizado del país pegó el grito al cielo desligándose del alza de los precios a los productos de consumo masivo que se está produciendo en el país en los últimos días, justo en la temporada navideña.
Son los comerciantes los que han presentado las muestras de las exorbitantes alzas en los precios de los productos del campo y de los industrializados que utilizan como materia prima derivados de la producción agrícola.
En la denuncia del comercio se hace mención de alzas en cebollas, papas, plátanos, habichuelas rojas y negras, junto a una escasez de huevos y alza en la carne de pollo.
A esos productos del campo se les suman los procedentes de la industria como la pasta de tomate, el cátchup, los aceites y las margarinas, entre otros.
En la denuncia del comercio organizado se hace un llamamiento al presidente de la República, al gabinete de alimentación y a la Comisión Nacional de Importaciones Agrícolas para que revisen el mercado; llamado que de seguro caerá en el vacío en razón de que el Gobierno preferirá aumentar las frecuencias de los anuncios que pregonan una autosuficiencia alimentaria y una manoseada tarjeta navideña que termina en manos de funcionarios y sus acólitos.