Editorial

Confirmando su práctica de cinismo político, el presidente de la República Luis Abinader junto a la cúpula gubernamental del PRM participó en un acto que llamaron de «Acción de gracias por el triunfo electoral» en el que contradictoriamente destacó lo que los medios noticiosos consideran su “filosofía de vida de no celebrar triunfos ni lamentar derrotas”.

Como se agradeció el triunfo, el lamento por la derrota se induce es de la oposición política que de manera coherente ha denunciado los desmanes del Gobierno para retorcer el deseo de los electores.

Ha quedado claro en todas las exposiciones del litoral opositor que se forzó una abstención electoral, que resultó en un aumento mayor del ausentismo que en los tiempos de la pandemia del Covid-19, en las elecciones de 2020.

Los relatos de las artimañas urdidas para comprar las voluntades de ciudadanos sumidos en una situación de desprotección, pobreza y desigualdad es una verdadera burla a un pueblo con un historial de humildad y valor cívico.

El Gobierno recurrió a mentiras, intimidación y gastos excesivos de recursos públicos teniendo como resultado una alta tasa de abstención, que es la verdadera causa de la no celebración y el reflejo de una situación de crisis de representatividad y de autoridad.

Es sin duda alguna una crisis social que genera incertidumbre de consecuencias imprevisibles. Son situaciones de inestabilidad ya vividas en países de la región que se han expresado en convulsiones y en el colapso económico.

Señores, si siguen apretando la tuerca se les puede correr la rosca, para solo recordar un merengue de Luis Kalaff que popularizara Fernando Villalona en la década de 1980.

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